Llegar a la India es ilusión, sorpresa, contraste; viajar por ella es impredecible. Personalmente recuerdo con intensidad los diversos medios de transportes que utilizamos, a cada cual más inesperado. Una experiencia religiosa es bajar en rickshaw desde la fortaleza de Merhangar a la ciudad de Jodhpur. Y digo religiosa, porque “vimos a Dios” en los adelantamientos, frenazos, maniobras para esquivar todo tipo de obstáculos… Y esto a toda pastilla, hasta llegar por fin al hotel, con ganas de besar el suelo. Qué decir del metro de Delhi; de su entrada con control de policía incluido, hombres y mujeres por separado, por supuesto. Y ese vagón “only women”, sorprendente. Ni contar de los trenes. Recuerdo mi preocupación por la limpieza de las sabanas, los retrasos, y demás problemas del primer mundo. La ultima referencia, nuestro coche, donde hemos pasado un montón de horas y que por momentos era como nuestra casa. Ni los atascos, cláxones, contaminación y demás vicisitudes, nos impidieron dar mas de una cabezadita. Viajar a India es toda un experiencia, todavía más vivida como yo lo he hecho, con un magnifico grupo de personas, y todos arropados por la profesionalidad y el cariño de nuestra guía. ¡¡¡Estoy deseando repetir!!!
