Bután

Escondido en el corazón del Himalaya, Bután es un país que ha permanecido cerrado voluntariamente al resto del mundo hasta hace escasos años. Abierto desde entonces con cuentagotas, ese hermetismo ha permitido que su ancestral cultura se haya preservado de forma extraordinaria.

Basta aterrizar entre sus valles para encontrarse con un pueblo vestido con ropajes tradicionales – ellas con la kira, ellos con el gho-, en el que la serenidad del budismo tibetano se hace notar en sus modales dulces, y que sigue levantando sus hogares con la misma arquitectura que hace siglos.

Visitar Bután hoy es recorrer una tierra en la que los picos más altos del mundo parecen custodiar a los escasos 800.000 habitantes que pueblan su orografía; una tierra en la que los también contados vehículos se mueven sin usar el claxon por vías en las que no existen los semáforos y, donde las primeras televisiones llegaron hace muy poco

También es maravillarse ante templos colgados de montañas que desafían a la misma gravedad, ante grandiosos monasterios que fueron en origen fortalezas;  y ante la personalidad de un país que mide su progreso en felicidad.

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